Me gustas más rota que cuando te arreglas.

Me gustas más rota que cuando te arreglas.

domingo, 7 de abril de 2019

Me duele el alma. Vivir me duele. Respirar me cuesta y me duele. Pensar me duele. Estoy hundida. No sé qué más hacer para solucionar mi vida, porque cada vez que hago algo todo va a peor, sea lo que sea. Ha llegado un puto en el que todo lo malo supera lo poco bueno que hay en mi vida. Es como si estuviese granizando con mucha fuerza dentro de mí, pero no granizo del que se pueda disfrutar, sino del que rompe coches, persianas y ventanas. Del que provoca caos allá donde caiga. Todo es caos, dentro y fuera de mí. Ya no me quedan soluciones. Tampoco fuerzas para convivir con mis problemas. Ya no tengo fuerzas para nada, sólo tengo ganas de llorar y un nudo constante en la garganta. Dolores físicos, pesadillas. No sé qué hacer. No puedo acudir a nadie más. Las pocas soluciones que me quedan son totalmente drásticas y sé que después me arrepentiría de haberlas llevado a cabo. Ya no sé nada. No me da la vida ya. Dicen que Dios aprieta pero no ahoga y si creyese en él le diría que es un cabrón, que me tiene atada a piedras debajo del mar. Lo que antes me daba felicidad aunque fuese poca ya no. Lo que antes eran salidas aunque temporales ya no. Ya nada. Ya no más. Ya nada más. Y yo ya no sé. Y no puedo. Y lo intento, pero no. Estoy totalmente perdida viviendo una vida que no es mía, que no quiero, que no me pertenece. Pero estoy atada con cadenas a ella. Y no puedo romperlas. Y me vuelve a faltar el aire, y me vuelven a sobrar los relajantes. Y ya basta, grito. Pero nadie me oye. Ya no puedo más, repito. Pero sigue todo en silencio.